En una pequeña y pintoresca isla en el Océano Índico, conocida por sus exuberantes bosques y vibrantes jardines, vivía una joven llamada Amara. Amara era una apasionada botánica que dedicaba sus días a estudiar las plantas y flores que adornaban su isla natal. Su lugar favorito era un jardín escondido, donde crecían los árboles de ylang-ylang, cuyas flores exudaban un aroma embriagador y dulce.