Cuando mi hermano y yo fuimos adoptados, nuestra nueva madrastra nos dio una lista de reglas extrañas que debíamos seguir al pie de la letra. Con el tiempo, empezamos a notar comportamientos inquietantes en ella, convenciéndonos de que no era humana. Temerosos por nuestras vidas, tomamos una decisión terrible. Ahora, ya en mi vejez, comprendo que lo que hicimos fue un error impulsado por el miedo y la incomprensión.