Este relato novelado sumerge al oyente en el horror del once de septiembre desde una perspectiva íntima y desgarradora. La historia, contada en primera persona por un hombre que salva su vida gracias a la casualidad de la fiebre de su hija, transforma una mañana ordinaria en un testimonio apocalíptico a nivel de calle. La narrativa destaca no solo por su crudo realismo al describir el colapso de las torres, sino también por su profunda y dolorosa exploración de la culpa del superviviente. Más que una crónica, es una inmersión literaria en el trauma personal y colectivo, reflexionando sobre la memoria.