Dios y Yo Salmos 91:1-2 El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. Si Dios está protegiéndonos, no importa cuál sea la amenaza. Cuando nosotros confiamos en la protección de Dios, estamos confiando en los mejores cuidados que puedan existir. El salmista, cuando recita este salmo, sin duda alguna, tenía su confianza plenamente puesta en Dios, y nada podía quitarle la paz que él tenía. El Salmo 91 es un salmo muy conocido, aprendido y recitado por muchas personas. El problema con este salmo es cuando hay que vivirlo, cuando hay que ponerlo en práctica, y es aquí donde muchas personas sucumben en la confianza que deben colocar en este hermoso pasaje. El texto inicia diciéndonos cuánta confianza debemos tener los que estamos bajo la cobertura de Dios: "El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente". ¡Qué maravilloso es recitar estas palabras en tiempos de angustia, dolor y desesperación! Podemos encontrar esa paz y tranquilidad al saber que estamos bajo la cobertura y protección divina. Cuando nuestra confianza está puesta en Dios, no hay nada que temer, y como ya lo dijimos, si nosotros estamos con la protección divina, no hay amenaza que nos pueda amedrentar. Nuestra confianza está puesta en el Todopoderoso, y es allí donde estamos seguros. No sé si usted tiene puesta su confianza en el Dios poderoso que este pasaje menciona: "Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré". Esta es la segunda parte de este devocional, que nos hace sentir más que confiados en el Dios poderoso a quien esperamos. Es una relación personal con este Dios: "Esperanza mía, castillo mío, mi Dios, en quien confiaré". ¿Se da cuenta de cuán personal hace esta protección el salmista? No sé qué tan personal hace usted a Dios. No se trata solo de aprenderse de memoria este pasaje y recitarlo cuando tenemos algún temor, sino de vivir realmente con ese Protector divino y tener una relación personal con Él. No olvide que el pasaje, solo metido en la cabeza, no hace la diferencia. Debe estar también plasmado en el corazón para que produzca el efecto que realmente debe tener en nuestras vidas. Así que, ahora, no solo digamos con nuestra boca que gozamos de una protección divina, sino vivamos con nuestra vida esta protección divina. Que Dios les bendiga, amados hermanos. Pastores Marroquín