13 Noviembre San Diego de Alcalá Sabiduría 7, 22-8, 1: “La sabiduría es un reflejo de la luz eterna, un espejo inmaculado de la actividad de Dios” Salmo 118: “Enséñanos, Señor, tus leyes” San Lucas 17, 20-25: “El Reino de Dios ya está entre ustedes” Una de las preocupaciones más grandes que tuvieron que enfrentar las primeras comunidades fue el retraso de la Parusía. Es decir, se esperaba que llegara muy pronto la Segunda Venida del Hijo del Hombre, esto hacía relativamente más fácil el entusiasmo en el seguimiento y la perseverancia cuando está ya por acercarse el último día. Pero cuando ese día se dilata, cuando pasan y pasan los años, se corre el riesgo de ir abandonando poco a poco el fervor primero. San Lucas escribe para dar firmeza y seguridad a los discípulos que están viviendo estos problemas y por eso recuerda con mucho acierto las palabras de Jesús que anuncian la Venida del Hijo del Hombre pero que no dan una fecha precisa. El Reino de Dios, en cierta forma ya ha llegado al hacerse presente Jesús y manifestarse cumpliendo su misión de llevar el Evangelio, de sanar, de dar luz y vida, de acercar la buena nueva a los pobres, pero por otra parte es una espera de esa llegada definitiva. Una espera que debe fortalecerse y tornarse activa. No es una espera que inutiliza y que hace apáticos a los discípulos, sino una espera que anima el corazón a pesar del tiempo que se tarde. Jesús previene a sus discípulos contra las aseveraciones de quienes se dicen iluminados y predicen hora y día. Nos asegura que el Reino de Dios no llega aparatosamente, sino que llega en el silencio y la normalidad. Cuando todo parece estar más tranquilo puede llegar el Reino de Dios. En últimas fechas una mala interpretación de códices y augurios mayas ha llevado a algunos a afirmar que se acerca ya el fin, y que, según la profecía maya, será en el dos mil doce; pero ni dice eso la profecía maya y, para quienes somos seguidores de Jesús, vale más su palabra que nos asegura que nadie sabe el día ni la hora. Pero esto no quiere decir que dejemos de estar preparados, muy al contrario, nos invita a una constante vigilancia y a una ferviente oración. Queremos que hoy se haga presente en medio de nosotros el Reino de Dios, pero tendremos que seguir trabajando para hacerlo realidad en medio de nosotros. ¿Estamos haciendo realidad el Reino en los lugares donde nos desenvolvemos y vivimos?