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15 septiembre Nuestra Señora de los Dolores I Timoteo 2, 1-8: “Pidan a Dios por todos los hombres, pues Él quiere que todos se salven” Salmo 27: “Salva, Señor, a tu pueblo” San Juan 19, 25-27: “¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor?” María, Madre del dolor, hoy nos acercamos hasta ti para acompañarte, para compartir contigo, y también para confiarte nuestras penas y dolores y que nos enseñes a transformar en vida lo que nosotros juzgamos muerte. Te contemplamos muy cercana a la cruz, no has rehuido ninguno de los dolores, paso a paso, has subido hasta el Calvario y junto con Jesús has entregado tu vida. ¿Cómo has podido soportar estos sufrimientos? A nosotros nos parecen absurdos. Al caminar junto al dolor de los hermanos que han terminado sacrificados, gritamos al cielo, renegamos contra la vida, pero no hacemos nada contra las injusticias y continuamos sembrando las semillas que producen el egoísmo y la violencia. Madre de dolor que has vivido acogiendo la Palabra y sembrando el servicio, enséñanos a descubrir también nosotros la Palabra que hecha carne viene a darle sentido a nuestras penas, que se haga vida en todos nuestros actos. Madre Peregrina y Caminante que el cuidado de la vida te llevo por tierras extrañas, en medio de otros pueblos y otras lenguas, ponemos en tus manos todos los hermanos y hermanas que por buscar una vida más digna se aventuran en medio de los peligros hacia otras tierras. Que encuentren manos amigas que los sostengan, techos que los abriguen y caminos de justicia. Madre del Servicio que adelantas la hora de tu Hijo para los que han agotado el vino de la esperanza y del amor, da nuevos impulsos y nuevo vigor a quienes desfallecen en la senda de las incomprensiones y le han perdido el sentido a su existencia. Que puedan llenar sus vasijas del vino nuevo del amor que los sostenga y les de sabor a su vivir. Madre del Camino del Calvario que a cada golpe de Jesús sientes destrozado el corazón, acompaña y sostén a las madres, hermanas y familias de todos lo que han sufrido la violencia, en especial a aquellos inocentes que han tenido que soportar en silencio tantas injusticias. Madre de la Cruz y de la Muerte, que has visto a morir ajusticiado a tu Hijo inocente, ayúdanos a comprender, como tú lo has hecho, que en cada hermano veremos a Cristo sufriente y en cada muerte tendremos que esperar la resurrección. Ahora, Madre de los Dolores, queremos estar junto a ti en dinámica espera de la Resurrección. Entendemos que sólo en comunidad, en oración y en la Palabra vivida en el servicio la podremos encontrar. Madre del Dolor aviva nuestra esperanza